La valentía y generosidad de un papa

Por Martín

Ayer el papa Francisco dió a entender frente a seis mil periodistas que abarrotaron una de las salas de El Vaticano, que va a intentar una limpieza a fondo dentro de la Curia. Ya es hora de abrir las ventanas y de hacer una Iglesia más participativa y menos excluyente. El nuevo Pontífice es un hombre valiente, con autoridad, sin complejos y que no tiene hipotecas. Que nadie se olvide que es argentino y que ha convivido permanentemente con la miseria, la desesperación o las persecuciones desde el poder. Es un hombre de pueblo que ha compartido con el pueblo. Sabe lo que hay que hacer y está dispuesto a lograrlo.

Lo anterior es exactamente lo que hacía Jesús cuando predicaba. Se sentaba a cualquier hora y en cualquier parte, para orar y enseñar con mucha pedagogía a los simples mortales, que la historia va por otro lado y que su Reino no era de este mundo. Estamos solamente de paso y lo hacemos en forma breve y transitoria. Por lo mismo debemos apoyarnos en cosas fundamentales y muy sólidas. Dejar de lado de una vez por todas todo lo que sea accesorio y quedarnos con las esencias y lo verdadero. No podemos equivocarnos nuevamente porque es evidente que tenemos la OBLIGACIÓN, de elegir correctamente entre el bien y el mal. Jamás perder de vista, que el mensaje es la consecución del bien común y de la justicia social, pero no a cualquier precio y de cualquier manera.

Aquí no vale todo y hay que respetar las normas de convivencia, siempre a través del humanismo cristiano. Los que no conocen ni de cerca la manera y la forma en la que actúa la Iglesia Católica, se permiten permanentemente y con mucho desparpajo, criticarla sin dar soluciones o alternativas que puedan ser válidas. Pura demagogia y comentarios frívolos. Si estudiamos con detenimiento la actual situación de los seres humanos en diferentes partes del planeta, llegaremos sin equivocarnos a la conclusión, que donde mejor viven los seres humanos (y por supuesto las mujeres), es en las zonas que han recibido la influencia de la Iglesia Católica.

La situación de los niños y de las mujeres que son a priori los sectores más vulnerables de la sociedad, están mejor situados y respetados en los paises en los que se practica el catolicismo. Para qué describir los maltratos y el vergonzoso desprecio, que sufren las mujeres en los paises islámicos. Allí la mujer no es considerada. No se les permite expresar sus sentimientos u opiniones. No pueden acceder a la educación o a cargos de responsabilidad. Nadie piensa que dentro de la Iglesia Católica no haya equivocaciones. Las hay y a veces muy serias, porque lo que se transmite es un mensaje divino, que llevan a cabo seres humanos. Afortunadamente todavía nos queda el privilegio de podernos equivocar, porque es más importante aún poder pedir perdón y rectificar. Esto último nos dignifica y nos hace más solidarios y humanos.

¡Qué peligrosos son todos aquellos que “jamás” se equivocan pensando que son puros y perfectos! Ahora la Santa Iglesia va a dar un salto espectacular, realizando una profunda reflexión y mejorando todo aquello que lastra a la institución. Tampoco estaría nada de mal que aquellos que actúan como auténticos francotiradores, empezaran también a darse un baño de modestia y enmendasen sus errores. ¿Cuántas instituciones actualmente tienen la capacidad para hacer una introspección profunda mostrando sus heridas?. Esto no es nada de fácil y casi siempre el personal, prefiere esconder sus miserias bajo las alfombras. El Vaticano va a dar un paso adelante y esto es un desafío para que otros imiten este acto de valentía y de profunda generosidad.

Mientras la “Europa Oficial” va moviéndose con dudas y a trompicones, sin saber muy bien en que dirección hay que ir, la sociedad civil responde con inteligencia y con mucha solidaridad. Ahí están los colaboradores de “Caritas” realizando una labor excepcional, ayudando a los más frágiles y necesitados. Los ciudadanos necesitan menos promesas y más acción. Son tantas las veces que las autoridades han engañado a la población, que ya son pocos los que se creen las nuevas propuestas. Para todos aquellos que han perdido las ganas de luchar, que viven desorientados aunque desean progresar, la Iglesia les tiende la mano. Para Cristo todos son necesarios y no sobra nadie.

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